2.09.2011

Palabras de Gary Chapman

"En el contexto del matrimonio, si no nos sentimos amados nuestras diferencias se agrandan. Vemos al otro como una amenaza para nuestra felicidad. Peleamos para defender nuestro valor personal y nuestra importancia, y el matrimonio se convierte en un campo de batalla antes que en un remanso de paz.
EI amor no es la respuesta para lodo, pero crea un clima de seguridad en el que podemos encontrar las respuestas para las cosas que nos inquietan. En la seguridad del amor una pareja puede tratar las diferencias sin acusarse. Allí se resuelven los conflictos, y dos personas diferentes pueden aprender a vivir juntos en armonía. En ese ámbito descubrimos cómo encontrar lo mejor en el otro. Ese el premio del amor.
La decisión de amar a su cónyuge tiene un tremendo potencial. Aprender su lenguaje principal de amor hace que ese potencial se vuelva una realidad. El amor hace que «el mundo gire alrededor». Al menos eso fue lo sucedió con Jean y Norm.
Habían viajado tres horas para llegar a mi oficina. Se notaba que Norm no quería estar allí. Jean lo había obligado amenazándolo con dejarlo (no sugiero este método, pero las personas no siempre conocen mis sugerencias antes de venir a verme). Tenían treinta y cinco años de casados y nunca habían estado en consejería antes.
Jean comenzó la conversación:
—Doctor Chapman, quiero que sepa dos cosas. Primero de todo, no tenemos ningún problema económico. Leía en una revista que el dinero es uno de los más grandes problemas en el matrimonio. No sucede eso con nosotros. Los dos hemos trabajado todos estos años, la casa está pagada, los automóviles están pagados. No tenemos ningún problema económico. Segundo, quiero que sepa que no discutimos. Oigo a mis amigas hablar sobre las discusiones que tienen todo el tiempo. Nunca discutimos. No recuerdo cuándo fue la última vez que tuvimos una discusión. Los dos sabemos que las discusiones son inútiles, así que NO discutimos.
Como consejero aprecié la aclaración de Jean. Supe que iba directamente al grano. Era obvio que ella había pesado bien sus afirmaciones. Quería asegurarse de que no nos meteríamos en lo que no eran sus problemas. Quería emplear esa hora sabiamente.
Continuó:
—El problema es que no siento ningún amor de parte de mi esposo. Para nosotros, la vida es una rutina. Nos levantamos en la mañana y vamos a trabajar. En la tarde él hace lo suyo y yo hago lo mío. Generalmente comemos juntos pero no hablamos. Él mira la televisión mientras comemos, luego él va a orinar al sótano y se duerme frente al televisor hasta cuando le digo que es hora de acostarse. Este es nuestro horario cinco días a la semana. El sábado juega golf por la mañana, trabaja en el jardín por la tarde y vamos a cenar juntos con otra pareja en la noche. Conversa con ellos, pero cuando entramos al auto para volver a casa, la conversación cesa. Una vez en casa se duerme frente al televisor hasta que nos vamos a la cama. El domingo por la mañana vamos a la iglesia. Siempre vamos a la iglesia los domingos por la mañana, doctor Chapman —recalcó—. Luego vamos a almorzar con algunos amigos. Cuando llegamos a casa, se duerme frente al televisor toda la tarde del domingo. Por lo general, volvemos a la iglesia el domingo por la noche, luego regresamos a casa, comemos palomitas de maíz y nos vamos a acostar. Ese es nuestro horario todas las semanas. Eso es todo. Somos como dos compañeros de cuarto viviendo en la misma casa. No sucede nada entre los dos. No siento ningún amor de parte suya. No hay cariño, no hay emoción, todo es vacío, todo es muerto. No creo que pueda soportar esto por mucho tiempo más.
Jean lloraba. Le pasé un pañuelo de papel y miré a Norm. Su primer comentario fue:
—No la entiendo.
Después de una breve pausa continuó:
—He hecho todo lo que puedo para demostrarle que la amo, especialmente en estos últimos dos o tres años, desde que se ha quejado tanto. Parece que de nada sirve. No importa lo que haga, ella sigue quejándose de no sentirse amada. No sé qué más hacer.
Podría decir que Norm estaba frustrado y enojado. Le pregunté:
—¿Qué ha hecho para mostrar su amor a Jean?
—Bueno, una cosa —dijo—, llego a casa del trabajo antes que ella, así que comienzo a preparar la cena todas las noches. En realidad, quiero que sepa la verdad, tengo la cena casi lista cuando ella Ilega a casa, cuatro noches a la semana. La otra noche comemos fuera. Después de la comida, lavo los platos tres noches a la semana. La otra noche tengo una reunión, pero tres noches lavo los platos después de la comida. Paso la aspiradora a toda la casa porque a ella le duele la espalda. Hago todo el trabajo del jardín porque ella es alérgica al polen. Doblo la ropa cuando sale de la lavadora.
Continuó contándome otras cosas que hacía por Jean. Cuando terminó me pregunté: ¿Qué hace esta mujer? No había casi nada para que ella hiciera.
Norm continuó:
—Hago todas esas cosas para demostrarle que la amo; aun cuando ella se siente allí y le diga todas esas cosas que ha dicho estos últimos dos o tres años: que no se siente amada, etcétera. No sé qué más puedo hacer por ella.
Cuando miré a Jean, me dijo:
—Doctor Chapman, todo eso está bien, pero quiero que él se siente en el sofá conmigo y me lo diga. Nunca hablamos. No hemos hablado en treinta años. Siempre está lavando los platos, cortando el césped, limpiando. Siempre está haciendo algo. Quiero que se siente en el sofá y me dedique algún tiempo, me mire y hable de nosotros, de nuestras vidas.
Estaba llorando otra vez. Era obvio que su lenguaje principal de amor era «Tiempo de calidad». Lloraba porque necesitaba atención. Quería ser tratada como una persona, no como un objeto. Las ocupaciones de Norm no le permitían ver esa necesidad. Al conversar más adelante con Norm descubrí que él tampoco se sentía amado, pero él no hablaba de eso. Él razonaba:
—Si uno ha estado casado treinta y cinco años y se pagan todas las cuentas y no se discute, qué más se puede hacer?
Eso es lo que pensaba. Pero cuando le pregunté:
—¿Cómo sería una esposa ideal para usted? Si pudiera tener una esposa perfecta, ¿cómo debería ser ella?
Me miró a los ojos por primera vez y preguntó:
—¿Quiere que le diga la verdad?
—Sí —le contesté.
Se sentó en el sofá y cruzó sus brazos. Apareció una gran sonrisa en su cara y dijo:
—He soñado con eso. Una esposa perfecta para mí sería una que llegara a casa por las tardes y me preparara la cena. Yo estaría trabajando en el jardín y ella me llamaría para comer. Después de la comida, ella lavaría los platos. Probablemente le ayudaría algo, pero ella tendría la responsabilidad. Me cosería los botones que le faltan a mis camisas.
Jean no pudo contenerse más. Se volvió a él y le dijo:
—;No te creo! ¡Me dijiste que te gustaba cocinar!
—No estoy pensando en cocinar—respondió Norm—, pero él me preguntó qué sería lo ideal.
Supe cuál era el lenguaje principal de amor de Norm: «Actos de servicio». ¿Por qué piensa usted que Norm hacía todas esas cosas para Jean? Porque ese era su lenguaje de amor. En su mente, esa era la manera de demostrarle amor: haciendo cosas. El problema era que el «hacer cosas» no era el lenguaje de amor principal de Jean. Para ella no significaba lo que sí hubiera significado para él que ella hubiera hecho esas cosas para él.
Cuando se hizo la luz en la mente de Norm, lo primero que dijo fue:
—¿Por qué alguien no me dijo esto hace treinta años? Me hubiera sentado en el sofá para hablar con ella quince minutos cada noche, en vez de estar haciendo todas esas tareas.
Se volvió a Jean y dijo:
—Por primera vez en mi vida entiendo lo que quieres decir cuando dices que no hablamos. Nunca pude entender eso. Pensé que sí hablábamos. Siempre te pregunté: «¿Dormiste bien?» Pensé que hablábamos, pero ahora entiendo. Tú quieres que nos sentemos en el sofá quince minutos cada noche, que nos miremos el uno al otro y conversemos. Ahora entiendo lo que quieres decir, y ahora sé por qué es tan importante para ti. Es tu lenguaje emocional de amor y comenzaremos esta noche. Te daré quince minutos en el sofá todas las noches por el resto de mi vida, si eso te hace sentir amada.
Jean y Norm regresaron a casa y comenzaron a amarse el uno al otro en los lenguajes de amor correctos. En menos de dos meses estaban en una segunda luna de miel. Me llamaron desde las Bahamas para decirme que se había operado un cambio radical en su matrimonio.
¿Puede renacer el amor en el matrimonio? ¡Por supuesto! La clave es aprender el lenguaje principal de amor de su cónyuge ;y decidir hablarlo!"

No hay comentarios: